El mundo de las creencias es, sin dudarlo, una de los recursos más sorprendentes en el ser humano, pues escapa, en lo fundamental, al mecanismo oficial de formación del conocimiento que posee la especie. Este mecanismo de procesamiento de la información está bastante investigado, siendo ya reconocido el patrón general de relaciones que nos lleva a tener lo que denominamos conocimiento partiendo desde la sensibilidad. Pero la creencia carece de ese soporte directo a lo externo, aunque sí se ha logrado establecer que ella genera una respuesta en lo más profundo del sistema límbico, responsable de nuestra emotividad. Como obviedad, una primera conclusión sobre tal noticia nos deja en claro que una creencia no se relaciona directamente con la racionalidad. Dicho de otra manera, no hay propósito válido en solicitar a un creyente que someta su creencia a las "reglas de la razón".