Giorgio Jackson, líder Revolución Democrática

Del Frente Amplio, el camino estrecho

I. La aparente caída.

Resulta natural que el tiempo juegue en contra de los grupos dirigentes de la sociedad haciendo necesaria una renovación de cuadros, muy a pesar de la renuencia de muchos representantes del pueblo por “abandonar con donaire” la recepción de sus cuantiosas remuneraciones ganadas con sus publicitados supuestos desvelos en pro del Bien Común. Mas, inexorablemente, en el transcurrir de su vida terrena se impone la regla temporal y la hora del adiós -por las buenas o las malas- hace imprescindible la llegada de la savia joven al circuito administrativo estatal. Muchas veces hay gente que llama candorosamente a ésto “la renovación de la política”. Así, sabiendo de los días contados, la élite político-partidista hace espacios en la administración pública para asegurar el futuro de sus retoños y su predominio familiar como su derecho a ejercer el cuidado de su sociedad bajo la artimaña de proceder de un inmaculado linaje de servidores públicos.

Sin embargo, a pesar del cuidado en insertar -regularmente- a cuanto miembro de la familia partidista “con apellido” y ADN de servidor público puedan para mantener su hegemonía, hay ocasiones en que la vieja promesa, tantas veces incumplida, que ahora sí se viene la ansiada renovación encuentra una respuesta de generación alternativa en personas inquietas, sin grandes “antecedentes republicanos”, que se cansaron de esperar su dilatado turno.

Lo dicho precedentemente ha sucedido en Chile, en tiempos muy recientes, con el surgimiento de muchos colectivos políticos -principalmente de izquierdas- que se convirtieron en germen de “nuevas” propuestas partidistas, creando desmedidas expectativas de diferencias más hacia su plano interno que en la percepción popular. Para quien haya leído a Pareto, conoce bien el mecanismo, su finalidad y los resultados esperables.

Los nuevos grupos manifestándose en su tendencia a un fraccionamiento continuo han logrado, en parte, desafiar a las fuerzas políticas tradicionales al menos en el plano del discurso -tema que merece análisis aparte- “rompiendo” en parte su hegemonía erigida bajo la norma del binominal, porque han contado con el agregado diferenciador del acompañamiento de la tecnología de la comunicación que -al estilo del mago de Oz- da volumen a la rediviva acción prometeica. Pero fuera de mitologías, el discurso es el mismo. Sabido lo anterior, no sorprende observar a ciertos políticos tradicionales desprenderse del terno para descamisarse e ingresar a la regla de los 144 caracteres para mostrarnos su actualidad y compromiso militante con el progreso.

Para cumplir el ciclo ritual de la renovación de la élite dirigente, por descontado, postulantes no faltan, por lo que nos viene al caso dar un vistazo al último remake en cartelera.

II. Como Mesías.

Eran, sin dudarlo, el fenómeno político de nuestro tiempo. Una energía avasalladora que desde los movimientos sociales emergió para desnudar a la política tradicional -así todavía lo creen- suprimiendo la corbata y la chaqueta como emblema perenne de su vocación de cambio. Ávidos de cámaras hicieron y hacen pontificado sobre todos los temas en los problemas cotidianos, porque tienen la fórmula mágica al alcance de una aplicación en sus costosos celulares o de la Wikipedia que consultan con regularidad sus ilustrados asesores.

Sus llamados a marchas, vía redes sociales, por cualquier suceso que afecte su hipersensibilidad viene de sus eternas caminatas juveniles que habían puesto todo en cuestionamiento sin solución viable para cerrar la jornada. Con ellos el profeta Moisés jamás habría arribado a la Tierra Prometida, porque siguen lanzando a sus gentes a la aventura de avanzar antes de partir las aguas. Y como resultado práctico de la travesía por el desierto se hermanan la reflexión y la depuración.

Son la juvenil generación de reemplazo -dudas no tenemos- a la que se han sumado viejos rostros ya conocidos –los desplazados de los anteriores gobiernos concertacionistas- para crear una colección variopinta de “más de lo mismo”; con el único agregado novedoso de las consignas que crean nuevos problemas porque no supieron solucionar los antiguos. Es decir, una actualización vacía que pretende enmendarle el rumbo a lo real concreto con su parafernalia idealista.

La palabra cambio es su artículo de fe, pero sus discursos transformadores no tienen sustento en la realidad concreta de la comunidad nacional. El vocablo mágico, reiterado con solemnidad ritual, es sonoridad vacía en lo cotidiano, porque más allá del discurso, es evidente que desde los orígenes todo viene regularmente cambiando. Ante lo evidente, se otorga sentido al eslogan de “cambiando el cambio” para renovar su propósito diario, esfuerzo por cierto del todo inútil; tanto como su costumbre de hablar en difícil para ver como se cambia la mentalidad popular sustituyendo una letra en los términos aceptados del habla común.

La idea de un frente político común no es novedosa; y en sí nos habla de una solución posible para la excesiva fragmentación partidaria, motivada fundamentalmente por la representación de intereses particulares que buscan infructuosamente un apoyo popular “mayoritario” para darlos por autojustificados, en una especie de lectura de mentes de los votantes.

En cuanto a lo amplio, funciona bien en el mercadeo. Hay referentes internacionales, como el homónimo uruguayo, de relativo éxito por las razones contrarias a las que sus imitadores nacionales imaginan, por lo que les vendría bien un estudio del caso. La pregunta sobre qué tan amplio es este frente político no vale perder tiempo en responderla. En los hechos, tiene una amplitud limitada al campo de las izquierdas con la adición de unos pocos liberales que no desean perder su puesto en la foto del progresismo autoproclamado.

En definitiva, hay que reconocerle sí un éxito parcial en atraer a parte de las fragmentadas izquierdas para un propósito común: aprovechar el cambio en la ley electoral para sentar compañía en el Congreso Nacional. El nombre de la alianza debía ser inclusivo y Frente Amplio tiene tradición de convocatoria y, quizá, de éxito. Ellos piensan en grande, en disputarle la presidencial a la derecha en esta cita ante el evidente y prematuro agotamiento de la Nueva Mayoría, para en la siguiente cuajar el éxito de sus esfuerzos.

Entonces nos aparecen con una candidata que es la versión 3.0 de la Michelle amada de todos, pero en este caso para mostrarnos la juventud de su propuesta viene vestida de reina primaveral, en que la entrega de un ramo de flores -detalle tan machista- reemplaza al delantal blanco que todo lo ocultaba. Pero la transfiguración de la candidata de izquierda oculta exactamente lo mismo que antes, la vaciedad propositiva en el engañoso lenguaje de los términos que nadie entiende y que tampoco importan: el circo en su máxima expresión.

Las primarias fueron su apuesta movilizadora para la indignación popular, su consolidación como referente, pero para desgracia suya pusieron de acompañante a un candidato que no consideraba hacer el papel de adorno en la papeleta. La decisión cupular que una candidatura feminista requería de una mujer para representarla es el origen de sus actuales problemas.

III. Los días después de Mayol.

Mientras el F.A. se comportó como una especie de consulado dual con Boric y Jackson a la cabeza, las posibles tensiones internas podían tratarse para enfrentar el proyecto macro; se podía “crecer” integrando siglas de pequeñas agrupaciones bajo el supuesto que los cargos por ganar se repartirían equitativamente. Sin embargo, la emergencia de un tercero con pretensión de jugar en igualdad con los grandes electores siempre supuso un riesgo a la integridad del conglomerado. Después de todo, es cosa conocida que los triunviratos nunca acaban bien.

No está demás recordar el “impasse” con Mayol y su voluntad de competir por el mismo distrito que Jackson. La reacción cupular, dirigida particularmente por el partido de Giorgio, fue torpe y dejó en evidencia lo que ya sospechábamos: mas de lo mismo. La “vieja política” haciendo de las suyas, sin sutileza ni cautela.

Las consecuencias fueron nocivas y se vieron forzados a echar pie atrás. Y es que Mayol tonto no fue, pues el ofrecimiento a competir por Valparaíso era un “salva vida de plomo”; y ello pues, estos ingenieros electorales, ponderan que el éxito del actual alcalde de Valparaíso no será “traspasado” a sus candidatos parlamentarios por la zona.

Una cosa es ganar por esfuerzo propio y otra muy distinta es hacerlo con la ayuda “del enemigo”.

IV. La otra visión.

Desde nuestra perspectiva, nos parece meridianamente claro que el rejuvenecimiento de las izquierdas es un fenómeno natural en un ambiente que apuesta por la competencia y que, a diferencia de lo que plantea Mosciatti, la corrida del cerco ideológico es un nuevo cuento de fantasía terrorífica de final previsible. Hay nuevas consignas, sí, en abundancia, pero siguen siendo irracionales como siempre. El recambio generacional no implica que los jóvenes “hijos de” traigan un cambio político fundamental toda vez que un rasgo esencial del $istema, en el que desean posesionarse, es su estabilidad estructural.

En efecto, antes hemos sostenido que el aumento de parlamentarios sólo sostiene la ilusión de una mayor participación ciudadana, pero sigue siendo realmente una representación inorgánica de la Comunidad Nacional; en verdad, esta sigue sometida a una minoría que se “renueva” para velar por sus propios intereses -en caso que los posea en prioridad- o los de un grupo todavía más reducido y selecto de poseedores de riquezas muy necesitados de resguardarlas. Hay que insistir que se trata del beneficio de unos pocos bajo la mascarada que se trata de los anhelos más sentidos por la comunidad. Y todo se hace bajo “el principio de transparencia”, aunque se trate de una carrera/competencia desleal (muy reglada) por una cantidad de puestos de trabajo bien remunerados, con bajo nivel de exigencias y nula productividad. Las condiciones para mantener lo conocido están dadas y no serán desaprovechadas.

El único proyecto transformador que es resistido y temido, el que verdaderamente importa, debe ser levantado desde la Comunidad Nacional para recuperar su soberanía y realizar la Justicia, pero para ello se requiere mucha generosidad en sus integrantes. En esta tarea están jugados nuestros afanes por un Chile diferente.

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