El Sistema Binominal debe terminar

El Sistema Binominal debe terminar

En Chile, las elecciones de parlamentarios son guiadas por el sistema electoral llamado binominal. Según este mecanismo, cada circunscripción o distrito electoral elige dos representantes, y un pacto electoral obtiene los dos cargos si su votación dobla a la de la lista que la sigue. De no ser así, cada una de las dos listas más votadas se queda con un cargo, sin importar la diferencia de votación entre una y otra lista. Este sistema se propuso como oposición al proporcional, que tiene por objetivo la real representación en el parlamento del porcentaje de apoyo que posee cada corriente política.

Este sistema ha sido atacado desde las primeras elecciones post régimen militar, y la única defensa que ha recibido, por parte de la derecha, es que promovería la “estabilidad democrática”, acercando las posturas políticas en dos bloques moderados que buscarían las soluciones de consenso y menos ideologizadas, aparte que acaba con el problema de los muchos pequeños partidos que pueden causar inestabilidades en el parlamento y serias crisis de gobierno.

Antes de referirnos a lo que consideramos vicios de este sistema, queremos realizar una crítica de las posiciones defensoras de la derecha:

El problema del multipartidismo con respecto a las crisis políticas es propio de los sistemas parlamentarios, en los cuales la constitución y permanencia de los gobiernos depende de la confianza de la Cámara Baja , por lo que se requieren combinaciones políticas estables; es el problema que sucede en países como Italia, donde el exceso de partidos pequeños lleva a continuos cambios de gabinete. En un sistema presidencial como el chileno lo más grave que puede suceder es una disminución en la calidad de la labor legislativa, pero no compromete la estabilidad del gobierno presidencial, dada su propia naturaleza constitucional.

La estabilidad es ciertamente un factor positivo que requiere cualquier sano régimen político, peor es ciertamente un valor instrumental que no tiene justificación en si mismo, sino en cuanto se ordena al logro de objetivos mayores del sistema institucional. Si las instituciones no favorecen los anhelos nacionales de justicia, participación, soberanía, cultura y otros, la tan cacareada “estabilidad democrática” no es más una máscara que permite a la oligarquía y a la clase política disfrutar del poder y las riquezas, sin desagradables estallidos sociales.

Ahora pasamos a señalar cuales son, a nuestro juicio, los principales vicios de este sistema:

SOSTENIMIENTO ARITIFICIAL DE LA MINORIA: Esta es la crítica más común, que con frecuencia utiliza la Concertación para criticar a la derecha. En efecto, la lógica del sistema no toma cuenta de las diferencias porcentuales, lo que garantiza siempre a la opción minoritaria obtener cupos parlamentarios. Con ello, se crea una distorsión de la representación parlamentaria pero, además, se concreta en una distorsión de la opinión pública, pues se presenta como popular a un partido o coalición que en realidad no lo es tanto.

PARALIZACION DE LA ACCION PARLAMENTARIA: como los cambios bruscos en la opinión pública hacia una u otra tendencia son escasos, ambas cámaras terminan casi empatados en representación de ambos bloques políticos. Esto vuelve atrozmente complicada la labor legislativa, sobre todo considerando los “quórum especiales” que la Constitución establece para varios tipos de leyes. Esto hace necesarios y permanentes los negociados de pasillo y los telefonazos de todo tipo entre la sede de gobierno y los diversos partidos, como única forma de apurar la legislación, con favores incluidos.

PETRIFICACION DE LA CLASE POLITICA: El sistema favorece que solo dos bloques accedan a la representación parlamentaria, y sólo por excepción entran independientes o partidos minoritarios. La seguridad contra la irrupción de cualquier “tercera fuerza” hace innecesaria la renovación de los liderazgos y de las ideas, puesto que los ciudadanos están virtualmente sin alternativa ante las trabas de la ley electoral y la maquinaria financiera y mediática de los partidos. Están “condenados” a votar siempre a los mismos, so pena de quedarse sin pan ni pedazo.

DESINTERES PARTICIPATIVO DEL ELECTORADO: La gente va cayendo en la cuenta de que no hay mayores diferencias entre una y otra postura, pero que tampoco puede hacer mucho para cambiar dicha situación. El sistema no ofrece al ciudadano común incentivos de ningún tipo para participar, al contrario tiende a volverlo un ente receptivo y conformista. El sistema tiende a promover el desencanto contra si mismo, pero siempre dentro de dosis adecuadas, sin permitir que la caldera social termine ahogando al propio sistema.

El sistema binominal tiene, además de todo lo señalado, un punto fatal que lo hace colapsar ahora más que nunca, y es que estaba inserto dentro del engranaje institucional de 1980, tal como lo concibieron sus fundadores, y cada pieza cumplía su rol necesario en el juego de poderes. Ahora que gran parte de la institucionalidad del régimen está siendo desmantelada, y lo que queda es aprovechado a su gusto por la nueva clase política, el sistema electoral queda como una cuña que, lejos de promover la estabilidad, será un factor creciente de quiebre social, aunque claro está, a la clase política le viene de perilla.

¿Y que decir de la postura izquierdista sobre el tema? Partiendo de un problema real, sale con una conclusión errada y egoísta. Lo que el Partido Comunista y los grupúsculos que se le adhieren llaman “la exclusión del pueblo”, no es más que la frustración que sienten por no poder disfrutar de la repartija de la centroizquierda liberal con el poder económico. Toda vez que los comunistas renunciaron a la revolución y se han quedado en la retórica intelectualoide de “otro mundo es posible” su norte -aparte del antipinochetismo- es el “romper la exclusión”, es decir, “no sean malos, denme un poquito de la torta a mi también”.

El problema va mucho más allá de que tal o cual partido no pueda tener parlamentarios, el problema es que la Nación chilena, no tiene participación, que no gobierna ni siquiera su comunidad local, a tal punto que un campesino feudal tomaba más decisiones políticas que el orgulloso ciudadano de la democracia liberal. Los nacionalsindicalistas rechazamos el sistema binominal y lucharemos por sus eliminación, pero eso es sólo un paso, el primer paso, para la implantación de la participación plena, en la cual estas minucias de formulas electorales serán sólo un detalle dentro de un orden de real integración del pueblo a la gestión del Estado.

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