Retrato de Hillary Clinton

CLINTON 2016-2024

Si bien las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América tendrán lugar el próximo 8 de Noviembre de 2016, la maquinaria propagandística no puede esperar y ya se trabaja intensamente en lo que será la campaña: una avejentada Hillary Clinton como carta para salvar a los Estados Unidos de su retrasado e inevitable debacle. En estas últimas semanas, pero particularmente después de que Hillary Clinton publicara sus memorias (“Hard Choices”), la discusión en el Partido Demócrata y parte de la sociedad estadounidense se ha enfocado en las diferencias entre Clinton y Obama. Todo ello, claro está, en el orden de resaltar las decisiones geopolíticas de este último, sus desaciertos y sus aberraciones.

Debemos recordar que Hillary disputó con Obama la opción presidencial para el periodo 2009-2012, optando el Partido Demócrata por este último -como bien sabemos- por ser una carta más atractiva para la opinión pública: el primer presidente afroamericano con un podemos (“we can”) para hacer frente a la crisis de entonces.

Pero la crisis continúo, con medidas paliativas para dar un impulso que no fue más que una maniobra desfibriladora a un paciente terminal, y se ha visto agravada por las errores geopolíticos de Estados Unidos.

Por mucho que la prensa internacional y sus oficinas nacionales (En Chile, el duopolio informativo) quieran hacernos creer que la carta de Estados Unidos está siendo “la vencedora”, que “el mundo libre se encuentra unido” frente a las supuestas afrentas de aquellos que “no apoyan la verdadera democracia y libertad” etc., lo cierto es que Estados Unidos ha cometido demasiados errores "no forzados". A quien fuera galardonado como Premio Nobel de la Paz debemos darle las gracias por intervenir militarmente -de manera directa, indirecta y encubierta- en Libia, Irak, Siria, Palestina, Ucrania, entre otros, con un saldo trágico de muertes y sufrimiento humano. Impresionante registro para un hombre de paz.

Pero a pesar de ello, Obama ha sido criticado -aunque parezca sobrecogedor- por su “débil política exterior”, foco en el que se han ensañado los republicanos y, paradoja de paradojas, los fans demócratas de Hillary.

Y es que en cierta forma, Hillary representa lo que en su tiempo fue Margaret Thatcher, guardando debidamente las proporciones por cierto: “mujer firme y decidida, con voz propia y carácter fuerte”. ¿Cómo no va a vender bien?

Hillary renunció al Departamento de Estado en Febrero de 2013, justo cuando las cosas claramente se estaban poniendo más feas. Siria se tornó un dolor de cabeza, pues no se esperaba que los rusos reaccionaran con tal agilidad y buena parte de los países vecinos se opusieran a la salvadora intervención militar de USA y sus aliados. Pero no bastó con el juego a nivel diplomático -que en ello, Estados Unidos ha sido un fracaso tras a otro- también se ordenó -¡hasta oficialmente!- financiar y entrenar a los grupos rebeldes sirios. Más allá de las especulaciones y sin entrar en muchos detalles, es sabido que Estados Unidos lleva años entrenando elementos que han de ser útiles a su modus operandi hegemónico, y el mejor ejemplo de ello ha sido el Estado Islámico, sobre el que nos referiremos en un próximo artículo.
Los vaivenes de la posición norteamericana en Siria dieron pie para una buena cosecha de críticas: faltaron agallas para repetir la historia y ordenar la intervención militar sin más trámite -como en Irak- y obviando a las Naciones Unidas.

Sobre esto, Vali Nasr -ex asesor estadounidense de origen iraní para Afganistán y Pakistán- publicó el libro “The Dispensable Nation”, publicado en Enero de 2014, en el cual se plantea que la Casa Blanca no permitió que fructificaran los esfuerzos del propio enviado de Estados Unidos para dichas naciones, Richard Holbrooke, para impulsar negociaciones de paz con los talibanes. El detalle claro, chimuchina aparte, es que Holbrooke es uno de los hombres cercanos a Hillary.

En la misma línea, el ex editor del periódico The New York Times, Edward Klein, publicó en Junio de este año “Blood Feud”, en el que profundiza la rivalidad entre las familias Clinton y Obama. Este material, que hasta podría ser utilizado para una serie de televisión o un guión de cine, sólo viene a reforzar la lucha propagandística para diferenciar a Clinton de Obama, toda vez que el ciudadano común y corriente recuerda que Clinton trabajó en el gobierno de este último.

El problema es que ese mismo ciudadano no recuerda o no sabe o desconoce que a Hillary y su equipo le debemos la catástrofe de la Primavera Árabe, el desastre en las negociaciones de paz entre Israel y Palestina, y el surgimiento y posterior fortalecimiento del Estado Islámico.

Gracias a ello, no dudamos en que Hillary Clinton no sólo sea una carta presidenciable fuerte, convirtiéndose en la primera mujer en dirigir la federación, sino también en una opción para dos periodos presidenciales, tiempo precioso que las principales transnacionales necesitan para salvar la economía norteamericana.

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