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El estadista Lagos y la caída en el orden
Ni siquiera hubo tiempo para que dijese “no quiero, no puedo ni debo”, simplemente aprovechó la ya constante debilidad de su criatura para indecorosamente proponerse en su reemplazo -ocasión que lleva unos años esperando- en la responsabilidad de salvar Chile y llevarlo al futuro, a un nuevo período maravilloso bajo su serena dirección. La acción, meritoria de calificativos repudiables -que los ha habido-, incluso en el marco de los lábiles códigos morales impuestos por la ahora dualidad liberal comunista, no mellaron su acometida organizativa en pro de la restauración del “orden”, esa artificiosa nueva tierra prometida.