Recordar para salvar el futuro

Recordar para salvar el futuro

Historia

En cualquier institución que se analice, hay que aceptar la idea de que toda su vida es historia. Que dicha historia, en su unidad, está conformada por muchas situaciones que han contribuido a la imagen total que se tenga de ella; bien que, olvidadas algunas muy particulares e importantes, cuando se juzgue a la institución, se hará en base a la desinformación o al estereotipo y no al cómo llegó a ser naturalmente lo que es. Lo dicho antes también tiene valor para el MRNS, cuya historia ha sido falsificada constantemente para ciertos fines particulares que no guardan relación con su acta fundacional, con su nombre y su misión.

En cualquier institución que se analice, hay que aceptar la idea de que toda su vida es historia. Que dicha historia, en su unidad, está conformada por muchas situaciones que han contribuido a la imagen total que se tenga de ella; bien que, olvidadas algunas muy particulares e importantes, cuando se juzgue a la institución, se hará en base a la desinformación o al estereotipo y no al cómo llegó a ser naturalmente lo que es. Lo dicho antes también tiene valor para el MRNS, cuya historia ha sido falsificada constantemente para ciertos fines particulares que no guardan relación con su acta fundacional, con su nombre y su misión.

Una de las acusaciones deslizada de continuo, dice que el MRNS es de "ultraderecha", que es un cuerpo militarizado preparado para ejercer la violencia y obtener el poder por la fuerza. Así lo han descrito gentes de izquierdas y de derechas a lo largo de todos estos años; organizaciones que parecen poner un púdico manto para velar que también buscan obtener el poder de manera forzada. Veamos, entonces, qué tanto hay de cierto en la acusación.

Desde nuestros inicios, la tensión con los comunistas siempre fue mayor debido a que en el análisis propio, se suponía que ellos eran los únicos -además de nosotros- capaces de tomar en serio el realizar un proceso revolucionario; eso creíamos en aquel tiempo fundacional, pero los comunistas chilenos terminaron por ser algo diferente de lo que se pensaba que eran, incluso de lo que dicen que son, dado que cambiaron la revolución por las reformas, para sumar parlamentarios. Lo cierto es que el Partido Comunista Chileno vio en el comienzo la peligrosidad de una organización que se autodefinía revolucionaria, para lo cual su primera movida fue ordenar al gremio de suplementeros no vender la incipiente prensa nacionalsindicalista. La competencia dialéctica no es algo tolerable para los dueños del proletariado, menos cuando se desmontan sus infundios sin necesidad de utilizar la argumentación de regla propuesta por los defensores del capital.

Todo lo anterior podía considerarse normal hasta que una idea curiosa se inculcó en las mentes socialistas, tomar por enemigo a los “fascistas” del MRNS y hacerle sentir su “contundencia” doctrinaria.

Los hechos conocidos sucedieron de la manera que se indica: un grupo numeroso de militantes del Partido Socialista, de indomable virilidad, asaltaron la sede del Movimiento en calle San Martín, de la ciudad de Santiago, lugar en que se enfrentaron al cuidador, a su esposa y un hijo menor, a quienes insultaron, amenazaron y golpearon, mientras se dedicaron a destruir el poco mobiliario existente y algunos objetos de poco valor. Algo que no debe extrañar dado que la “pobreza franciscana” ha sido nuestra tradicional acompañante cotidiana. Después de todo, si deseas derrotar al $istema no resulta moralmente aceptable que financien tu rebeldía con las utilidades de todo lo que te niegan o quitan para que tengas un lugar de reunión con toda la comodidad de las sedes partidistas.

Enterados los camaradas del acto ofensivo cometido por las huestes progresistas, decidieron y se comprometieron a ajustar cuentas a la vieja usanza, porque no era de caballero llevar este tema a los tribunales. La operación tenía sus riesgos evidentes y, más allá de la “dialéctica de los puños”, debía dejar un mensaje político en la conciencia de los vándalos. Los problemas para tomar el curso de acción eran varios:

- Primero, en contrario a lo que usualmente se prejuicia, el Movimiento no tenía constituida una “fuerza de combate” para enfrentar una situación similar, porque no estaba en su diseño de movimiento-escuela. Actividad que sí era una práctica constante en otros movimientos nacionalistas de época.

- En segundo lugar, tampoco tenía un uniforme político que lo distinguiese, porque los camaradas hacían apostolado con la palabra o con el ejemplo y no con su vestimenta; que, por lo demás, se sabía que su puro valor coreográfico tenía poca consistencia de conciencia y compromiso.

- Tercero, tampoco el personal disponible tenía la estructura formativa para actuar como un verdadero equipo capaz de llevar a cabo acciones de defensa y ataque. Las escaramuzas en torno a la venta de los periódicos tampoco daban para un gran despliegue.

- Cuarto, fuese un éxito o un fracaso la acción implicaba el comienzo de una espiral de acciones y contra-acciones que agregaría una tensión adicional a las demandantes tareas que se estaban realizando.

El razonamiento y la resolución a cada uno de los problemas fue, grosso modo, la siguiente:

Resueltos los cuestionamientos, para la visita de reparación, se eligió un día de buena concurrencia de militantes socialistas para marcar la diferencia, los que -de seguro- ya tenían por impune su acto incivilizado. El puñado de camaradas que les devolvió la cortesía hicieron un trabajo digno del mote con el cual querían insultarnos, bien que no hubo presupuesto para el aceite de ricino. Una retirada en orden, transportando algunos objetos simbólicos del “enemigo” y la bandera en alto fueron significativos instantes de satisfacción. A partir de entonces, los socialistas entendieron que la violencia no era precisamente un tema que nos trajese de cuidado.

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