Han transcurrido 10 años, desde la que es conocida como la mayor tragedia en la historia penitenciaria chilena: sesenta y seis personas consumidas por el fuego y otras quince asfixiadas por el humo. En total, 81 jóvenes, cuyo promedio de edad bordeaba los 24 años, cuyas vidas cesaron y, diez años después, parecen haberse extinguido sin más. Pese a la exposición mediática del caso, la creación de fundaciones y otras ONG, la proliferación de diversas tesis y artículos académicos en torno a la situación carcelaria, ¿ha mejorado la realidad de las cárceles? ¿Ha cambiado el populismo punitivo con el que acostumbra a legislar el congreso nacional? ¿Nuestro modo de entender el castigo es distinto?